Sin buenas lecturas, no hay escuela posible.
Les espera una vida injustamente recortada a quienes no adquieren destrezas para entender y gozar los mejores textos. Lo recuerdo siempre que vengo a Guaymas con mucha tristeza. Sucedió hace apenas un año. Recién habían empezado las clases en la universidad de Tlaxcala y, con el objetivo de elaborar un diagnóstico de los demás alumnos que ingresaban a primer año en relación a cómo leían, cuánto comprendían y qué posibilidades de interpretación tenían, me topé con la sorpresa de que reporteros como al que se menciona aquí, son los literatos modernos.
Que pobre está México.